INFILTRACIÓN MÚSCULO PIRAMIDAL (o PIRIFORME)


¿Qué es?

El músculo piramidal se trata de un pequeño músculo triangular situado entre el hueso sacro y la parte superior del fémur. En su trayecto, se cruza con el nervio ciático. Incluso, en muchos casos el propio nervio atraviesa las fibras del músculo. Esta cercanía explica el dolor parecido a una ciática que se produce en el síndrome piramidal.

¿Qué síntomas ocasiona?

El síndrome piramidal es un trastorno neuromuscular poco frecuente, que se produce cuando existe un acortamiento o contractura del músculo piramidal, produciendo la compresión del nervio ciático en su salida de la pelvis. Este síndrome genera unos síntomas parecidos al dolor ciático (pseudociática), que se caracteriza por dolor en el glúteo, muslo, pierna y pie. A veces, también en la ingle, periné (por detrás de los genitales) y cadera. Típicamente el dolor aparece cuando caminamos, pero también durante largos periodos sentados, impidiendo mantener una posición adecuada. Las causas son múltiples, como esfuerzos físicos repetitivos, golpes, caminar mal o malos hábitos posturales, entre otros.

La infiltración del músculo piramidal se utiliza para tratar el dolor pseudociático originado por su acortamiento o contractura. En ocasiones, esta técnica puede ser usada con una función diagnóstica, para confirmar que el síndrome piramidal es el causante de un dolor que baja por la pierna.

¿Cómo se diagnostica?

La infiltración del músculo piramidal está indicada cuando el tratamiento con medidas físicas y fármacos por vía oral o intravenosa fracasan. Este procedimiento consiste en inyectar, mediante una aguja fina, un anestésico mezclado con un antiinflamatorio (corticoide) en el propio músculo, y al lado del nervio ciático (perineural). Estos fármacos disminuyen la inflamación local y bloquean la sensación de dolor que se transmite al cerebro. Otro fármaco que puede usarse para la infiltración piramidal es la toxina botulínica (Botox), para relajar el músculo y que evitar presione el nervio. Este tratamiento puede ser molesto, ya que se puede reproducir el dolor que sufre el paciente, incluso en algunas ocasiones con mayor intensidad que el habitual.

¿Cómo se trata?

El tratamiento se realiza en quirófano, pero sin anestesia general. Puede administrarse sedación farmacológica, para que el paciente se encuentre más relajado.

Durante el procedimiento, el paciente está tumbado boca abajo. Primero, se inyecta anestesia local en la zona de la punción (habitualmente la parte baja del glúteo), para disminuir las molestias. Después, se introduce la aguja de tratamiento bajo control de rayos X o ecografía. A medida que se acerca al músculo piramidal, puede notar una sensación de calambres, hormigueos y dolor, por la misma zona de su dolor habitual, pudiendo ser incluso de mayor intensidad. Antes de infiltrar los fármacos, se puede inyectar un contraste radiológico, que con la ayuda de los rayos X, nos permite asegurar que estamos en la localización deseada. La neuroestimulación (estimulación del nervio con pulsos eléctricos) es una opción que también puede usarse para localizar el punto de infiltración, pero no parece tan fiable como la confirmación mediante rayos X o ecografía.

Generalmente, se trata de un procedimiento sencillo y rápido, unos 20 – 30 minutos. En ocasiones, si la musculatura está muy contracturada o acortada, puede ser más difícil colocar la aguja en el sitio adecuado, y el procedimiento tarda más de lo normal. En algunas ocasiones, una vez realizada la infiltración, el paciente puede sentir sensación de adormecimiento en la zona correspondiente al nervio ciático, o incluso dificultad para movilizar músculos de la pierna. Estas manifestaciones suelen ser transitorias, durando entre 6 y 12 horas. Tras la finalización del tratamiento, el paciente pasará unas horas en observación, y si no hay incidencias se podrá ir a casa el mismo día. La mayoría de pacientes pueden hacer una vida casi normal desde el primer día, pero se recomienda un reposo relativo las primeras 24-48 horas. Tras este periodo de tiempo, puede reincorporarse a sus actividades diarias progresivamente y empezar con estiramientos muy suaves de la musculatura de los glúteos, además de ejercicios para fortalecer el tronco y el abdomen. Se debe mantener lo más activo que el dolor le permita.



Algunos pacientes pueden presentar una mejoría del dolor inmediatamente después de la infiltración. Sin embargo, la mayoría no notan de verdad el efecto beneficioso hasta pasados unos días. El éxito de este tratamiento depende, además de la experiencia del médico que lo realiza, de un buen diagnóstico del origen del dolor.

Para eso, es imprescindible evaluar de forma correcta los síntomas, llevar a cabo una exploración física y neurológica detallada, y realizar las pruebas de imagen adecuadas para cada paciente. Aunque, como ya se ha comentado, estas infiltraciones pueden ser utilizadas como una herramienta diagnóstica para confirmar que el dolor del paciente se origina en el músculo piramidal, y no en alguna lesión de la columna lumbar.

Es importante saber que aunque la técnica esté bien realizada y el paciente haya notado una mejoría muy importante tras la infiltración, su efecto puede disminuir con el paso tiempo y el dolor puede volver a aparecer. Se debe aprovechar el tiempo que dure la mejoría de los síntomas para realizar un reacondicionamiento físico, que mejore el control del dolor posterior. En caso de ser necesario se podría volver a repetir la infiltración en el músculo piramidal, sin embargo, cada paciente debe ser valorado de forma individual y decidir su mejor forma de tratamiento.

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